Consumo
sostenible
A diferencia de los productos ecológicos, los productos sostenibles no muestran sellos identificativos. Para reconocer un producto sostenible tienes que usar el sentido común. En general, debes pensar en la cantidad de energía y recursos que se utilizan para producirlo y, así, escoger los productos en los que se hayan gastado menos. Estos son: los alimentos de temporada, los que tengan una baja huella de carbono y aquellos que conlleven la menor cantidad de embalajes posible y, por supuesto, lo serán más si son embalajes reciclados.
ALIMENTOS DE TEMPORADA
La imagen típica de un agricultor azadón en mano doblando el lomo es cada vez menos frecuente, y es lógico y positivo que sea así. Igual que ni nos transportamos, ni nos comunicamos, ni pensamos como hace 200 años, tampoco producimos alimentos de la misma manera. Algunos ven con recelos la tecnología aplicada a los alimentos, pensando que va a restar sabor a los productos y los va a hacer menos sostenibles. No es así. La tecnología nos ayuda a producir más con menos, y a los consumidores nos permite acceder a más alimentos a mejores precios y durante más tiempo.
Las nuevas variedades permiten a los agricultores ofrecer frutas y hortalizas durante más meses del año. Estas variedades, en España, no son en ningún caso modificadas genéticamente, ya que ni siquiera existen en toda la Unión Europea. Los agricultores seleccionamos variedades más tempranas y más tardías para alargar la temporada.
Fresas, tomates, pimientos, calabacines, pepinos… son productos que se benefician del gran desarrollo de la horticultura bajo plástico. En ocasiones injustamente criticados, los invernaderos traen enormes ventajas y permiten obtener alimentos de enorme calidad utilizando mínimos recursos.
El sabor sigue siendo el factor determinante a la hora de juzgar el trabajo de los agricultores. Algunas tendencias -en ocasiones impuestas por la gran distribución- han llevado a buscar la homogeneización de los calibres y a proliferar «diseños perfectos» en frutas y hortalizas, forzando a los agricultores a cosechar antes del punto óptimo de maduración. Esto no tiene sentido. Las llamadas frutas y hortalizas «feas» pueden ser -y son- igual de exquisitas, y cada vez son más los consumidores que no compran con los ojos y buscan los mejores alimentos por su sabor.
canales cortos de comercialización
Si vas a hacer la compra, ¿qué prefieres? ¿Un producto producido a miles de kilómetros de distancia o uno producido cerca de ti? La respuesta parece obvia. A todos y todas nos gusta apoyar y defender lo que sentimos como nuestro. Y más si nuestra cadena agroalimentaria nos ofrece tanta variedad y calidad a un precio razonable. Sí. Lo lógico es apoyar los canales cortos de comercialización. Pero ojo. El sistema mayoritario de distribución de alimentos en España, vertebrado a través de la Red de Mercas, constituye por sí sólo, un canal corto de consumo de alimentos.
bienestar animal
Apostar por el ganado extensivo proporciona múltiples beneficios. Para los animales supone una mayor calidad de vida, para los ganaderos significa una mayor rentabilidad de su negocio, para la sociedad constituye la manera más natural y eficiente de prevenir los incendios forestales. ¿Y para el consumidor? Para este supone adquirir el producto de la máxima calidad a la vez que permite alcanzar todos los beneficios ya citados.
Lamentablemente, no existe ningún sello oficial de ámbito nacional que facilite al consumidor reconocer los productos procedentes de ganadería extensiva, tan sólo existen algunas certificaciones participativas, sellos privados o territoriales. Tanto ganaderos extensivos como organizaciones de consumidores llevamos largo tiempo pidiendo que esta información acompañe a los productos. Como consumidor puedes hacer dos cosas: unirte a las voces que presionan para que estos productos tengan un sello de calidad reconocible, y pedir información a ganaderos de extensivo y vendedores para localizar por ti mismo productos de ganadería extensiva.